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2024-03-27 19:12:33

Presentación de «La filosofía de Giambattista Vico», de Emilio Chiocchetti

La filosofía de Giambattista Vico
CHIOCCHETTI, Emilio, La filosofía de Giambattista Vico, Hipérbola Janus, 2024

Abordar la publicación de una obra filosófica siempre supone una empresa arriesgada, y más cuando hablamos de un filósofo tan poco convencional, complejo y poco conocido entre el gran público como Giambattista Vico (1668-1744), cuyo trabajo presentamos a través de la brillante síntesis de Emilio Chiocchetti autor de La filosofía de Giambattista Vico. A lo largo de este texto de presentación nos vamos a centrar en diferentes aspectos del pensamiento y la obra viquiana, aquellos que consideramos esenciales para trazar una imagen coherente y unitaria de la obra de un autor que nos parece no solamente relevante, aunque injustamente olvidada, dentro del Zeitgeist de su época, sino que hay un elementos que nos evidencian que no estamos ante un filósofo más, ni un autor convencional. Giambattista Vico representa un punto de partida en el pensamiento antimoderno, una luz verdadera frente al advenimiento del iluminismo y la ilustración dieciochesca y el advenimiento de las corrientes, autores y procesos históricos que caracterizan a nuestros últimos siglos.

Breve apunte biográfico de Giambattista Vico

Giambattista Vico nació en Nápoles, en el seno de una familia humilde, el 23 de junio de 1668, de tal manera que no permitió a nuestro joven protagonista las mejores condiciones para una formación e instrucción regular. Además, siendo niño todavía, fue víctima de un grave caída que le provocó un trauma en la parte derecha de su cráneo por la cual se temió que pudiera derivar en una lesión cerebral. De hecho el propio Vico atribuyó a este hecho su naturaleza melancólica y gris en su Autobiografía. Sin embargo fue afortunado, y tras ser tomado a su cargo por Giovanni Battista Rocca, obispo de Isquia, se trasladó a Cilento, al castillo de Vatolla, junto con los sobrinos del obispo, donde recibió clases de jurisprudencia, y además pudo restablecerse en su delicada salud. Pasó 9 años allí, en unas condiciones de soledad e introspección que inculcaron en el joven Vico una inclinación muy poderosa por el estudio, formándose ampliamente en letras, filosofía y derecho, adquiriendo una notable erudición y vasta cultura. Al regresar a su Nápoles natal encontró la ciudad muy cambiada, y fue testigo de cómo la física de Descartes había sustituido a la de Aristóteles, Platón y los grandes representantes del Renacimiento como Marsilio Ficino o Pico della Mirandola entre otros, y cómo la metafísica había sido desterrada de las escuelas para dejar su lugar a las matemáticas, las ciencias experimentales y prácticas. También estudió a Bacon de Verulamio y a Grocio, de los que aprendió respectivamente los mecanismos de la ciencia y sus progresos por un lado y los principios del derecho natural y de las naciones por el otro. Al quedar vacante la plaza de la cátedra de retórica de la Universidad de Nápoles recibió un ofrecimiento para ocuparla, aunque a cambio de un salario miserable. Sus primeros escritos científicos son de esta época, entre 1699 y 1707. En 1708 publica De nostri temporis studiorum ratione, en el que trata de preguntarse quien estableció un mejor método de estudio, si sus contemporáneos o los antiguos. En 1710 se publicó el tratado De antiquissima italorum sapientia ex linguae latinae originibus eruenda; en 1720, la Sinopsi del diritto universale, y luego el De universi juris uno principio et fine uno liber unus; y en 1721, el De constantia jurisprudentis liber alter. En 1725 se publicó la Prima scienza nuova con el título Principi di una scienza nuova, ecc.; en 1730 se publicó la Seconda scienza nuova: Dei principi di una scienza nuova d’intorno alla comune natura delle nazioni, obra ampliada y perfeccionada hasta la última edición de 1744.

Edición italiana de Scienza Nuova publicada en 1816, en plena era romántica, época en la que se comienza a redescubrir la obra y aportes viquianos.
Edición italiana de Scienza Nuova publicada en 1816, en plena era romántica, época en la que se comienza a redescubrir la obra y aportes viquianos.

Los escritos científicos vienen complementados por otros trabajos de carácter literario o histórico, entre los cuales destaca la ya mencionada Autobiografía en 1725. En ella Vico nos da a conocer aspectos de su carácter, suave y reflexivo en unas ocasiones y colérico en otras. Escribió de sí mismo: «_con un estilo demasiado resentido, se quejaba de los errores de ingenio o de doctrina o de la mala conducta de sus rivales literarios, a quienes debería haberles mostrado caridad cristiana y, como verdadero filósofo, haberlos disimulado o soportado_». Vivió en la pobreza a lo largo de toda su existencia, admirado por unos pocos y condenado al ostracismo por la mayoría. Fue bastante incomprendido por sus contemporáneos sin alcanzar en ningún momento el estatus de genio ni de cumbre del pensamiento de su tiempo. Mientras su vida se tiñó de luchas, halagos y padecimientos, su consagración y reconocimiento quedó relegado a la posteridad, donde su grandeza y gloria fue reconocida por numerosos autores en una permanente revisión e interpretación de los principales elementos que configuran su doctrina y pensamiento. Finalmente, tras una penosa y prolongada enfermedad, Giambattista Vico moriría el 23 de enero de 1744.

Contra Descartes y el racionalismo moderno

En el filósofo napolitano podemos encontrar muchos aportes fundamentales en lo que respecta a la visión del mito, de los rituales o el lenguaje, y de hecho propuso nuevos modelos interpretativos amparados en antiguas tradiciones de pensamiento que en su época, la que preconiza el racionalismo científico con Descartes, Spinoza o Leibniz, no eran precisamente las que se encontraban en boga. Vico nos aparece más bien como un pensador aislado en un mundo que naufraga hacia la modernidad, inserto en la tradición humanista, y a pesar de no tener un acceso a todos los escritos filosóficos de los autores modernos, o al menos no de primera mano, contó siempre con la lucidez intelectual necesaria para intuir la fuerza racional y el impacto de sus sistemas. Para hacer frente a las nuevas corrientes adscritas al racionalismo mecanicista más exacerbado, y en especial a aquel de raíz cartesiana, al que combatió durante toda su vida, tomó como referencia y eje fundamental el concepto escolástico del Verum-factum para establecer un criterio gnoseológico de verdad así como una teoría de la producción del conocimiento. En este sentido Vico ha protagonizado encendidas polémicas a posteriori entre los grandes intérpretes de sus obras y pensamiento en torno a las analogías y contrastes que podemos encontrar en relación a la obra de Hobbes y especialmente en torno a Descartes, de quien Vico rechazó frontalmente su teoría del conocimiento, por reducir al hombre al dominio exclusivo de la razón, olvidando así el papel de los sentidos y de la imaginación, así como también rechaza la física cartesiana o su marcado antihistoricismo.

Descartes, Leibniz y Spinoza, iconos de la filosofía y la ciencia moderna, respecto a los cuales G.B.Vico fue un gran detractor.
Descartes, Leibniz y Spinoza, iconos de la filosofía y la ciencia moderna, respecto a los cuales G.B.Vico fue un gran detractor.

Sin duda podemos aplicar a G.B. Vico el calificativo de «antimoderno», como ya hicimos en su día en un artículo que dedicamos a su figura. Sin embargo, Vico no niega la validez de los fundamentos de las ciencias, y en especial aquellos que tienen la facultad de transmitir una visión más certera de lo real, como son las matemáticas o cualquier disciplina auxiliar vinculada a éstas, y reconoce su capacidad para establecer un «saber ordenado». No obstante, para el pensador napolitano, que rechaza la aplicación del método analítico cartesiano a través de la geometría en la física, ningún pensamiento que trate de articular una interpretación o visión de la realidad puede prescindir de la memoria, de la experiencia y la autoridad que nos ha legado el propio devenir histórico y, en consecuencia, el desarrollo de la civilización humana. Y en cualquier caso, las matemáticas, como el resto de ciencias, sólo pueden ser tomadas de forma relativa, nunca en términos absolutos, y como puras abstracciones de la mente, debido a nuestro propio sentido de finitud. Pues para Vico solamente Dios es capaz de conocer en profundidad la esencia de las cosas por ser causa de las mismas, mientras que el hombre no podrá pasar de un conocimiento superficial pese a las herramientas que le vienen proporcionadas por la ciencia.

Pero lejos de interpretar estas limitaciones como una forma ineludible de ignorancia, Vico destaca la capacidad del hombre de actuar a semejanza de Dios a través de la ciencia, y su capacidad para descomponer la realidad en diferentes elementos. Además esta ciencia que funciona en base a abstracciones no solamente se queda en el dominio de la mente, sino que puede trascender a nivel ontológico con la consecuente lectura dentro de un plano metafísico, que es donde precisamente se encuentra el origen de todas las ciencias y donde reside toda fuente de Verdad en términos absolutos. Y es aquí, en lo expuesto, donde radica la esencia del Verum-factum, y lo que invalida el uso de los métodos analíticos cartesianos, especialmente en el terreno de la física, frente al cual Vico opone un método sintético de pensamiento capaz de establecer una compatibilidad entre lo «Verdadero» y lo «hecho», y con ello reivindica también la superioridad de la Tópica sobre la crítica.

Se podría decir que, en definitiva, para Vico lo más importante es el espíritu humano en su proceso de construcción, en su hacerse, aquellos acontecimientos y hechos que componen la propia existencia del hombre en el tiempo, y que éste puede conocer sin filtros ni subterfugios, una realidad concreta que concierne a las grandes verdades del espíritu que atañen más a la Verdad que cualquier ficción construida en la mente y de alcance limitado.

Vico en a la historia del pensamiento

Uno de los elementos que han sido objeto de las mayores polémicas en torno a la filosofía viquiana lo encontramos en la interpretación del concepto de Providencia que nuestro autor plantea en la Scienza nuova, que algunos han querido interpretar, no sin caer en numerosas mixtificaciones, como expresión de formas de inmanentismo, cuando en realidad hay un trasfondo plenamente trascendente. En consecuencia, todos estos malentendidos dieron origen a numerosas críticas contra el pensamiento del autor napolitano, desde Damiano Romano, Colangelo y, especialmente el Padre Bonifacio Finetti. En el caso particular de España, donde siempre se ha dicho que el legado de Vico no impregnó a nuestros pensadores patrios, lo cual no es cierto como veremos, destacan las referencias de Jaime Balmes en su Curso de filosofía elemental, que fue uno de los grandes pensadores católicos que no terminó de comprender el legado de Vico, y crítico ciertas «desviaciones» relacionadas con la asunción de algunos principios científicos que consideró que iban en contra de la ortodoxia católica.

En consecuencia, asistimos a una serie de interpretaciones y exégesis que ocupan buena parte del siglo XIX y parte del siglo XX en las que la noción viquiana de Providencia da lugar a las más delirantes hipótesis, como las que nos hablan de una noción inmanentista de la Providencia utilizada de manera deliberada por Vico para zafarse de la censura de las autoridades eclesiásticas, convirtiéndolo en un adalid del «librepensamiento» que tiñe de ambigüedad de sus ideas en busca de un salvoconducto para dar difusión a ideas modernas y transgresoras que de otra manera no hubieran sido posibles. Es el caso de autores como Carlo Cantoni, Pietro Siciliani o Robert Flint, quienes esgrimen argumentos partidistas y están imbuidos en la ciencia positivista decimonónica.

Paralelamente tenemos las corrientes idealistas, que tratan de ver en Vico a un precursor de Hegel, buscando paralelismos forzados a partir de una cierta «ambigüedad», y en este sentido tenemos a dos autores fundamentales en este terreno, como son Giovanni Gentile y Benedetto Croce, que son los que acaban por consagrar a Vico como precursor del idealismo inmanentista, bajo la falsa aseveración de que Vico convierte todo lo trascendente en inmanente con ejemplos y criterios cargados de subjetividad y partidismo, tal y como numerosos críticos católicos de la obra viquiana se han encargado de poner en evidencia, como es el caso de Alberto Scrocca entre otros.

Tampoco debemos obviar aquí las interpretaciones neomarxistas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, a partir de las cuales, y no con pocas acrobacias intelectuales, se ha pretendido establecer un nexo de unión entre el materialismo histórico y la noción viquiana de Providencia, así como con el pensamiento general de Karl Marx. Para ello se ha tratado de vaciar de todo sentido religioso, teológico y metafísico la Providencia viquiana, reduciéndola a una forma de «sentido común» y una ley de autoconservación humana basada en una serie de criterios un tanto controvertidos. Aquí contamos con las aportaciones de autores neomarxistas como Dino Pasini, Francesco Caruso o Bruce Mazlisch.

Otros autores destacados como F. Vaughan, I. Berlin o L. Pompa, tratan de poner de relieve pretendidas incoherencias internas en la citada noción de Providencia, y en la imposibilidad de conciliar la fe cristiana con las conclusiones últimas de su filosofía incurriendo en las interpretaciones idealistas de Croce y del idealismo de Hegel, en unas interpretaciones completamente subjetivas. De modo que asistimos a la formulación de un Vico positivista, neoidealista, neomarxista, existencialista, naturalista etc.

En lo que respecta a las interpretaciones de la Providencia viquiana desde el plano de lo trascendental, tras las críticas iniciales del sector católico, la gran mayoría de intérpretes católicos de Vico han aportado argumentos más consistentes y coherentes que nos han permitido conocer una imagen de Vico mucho más fiel a la realidad de su obra y sus escritos autobiográficos. Y es precisamente en esta corriente donde debemos insertar al autor de la presente obra, Emilio Chiocchetti, quien junto a Franco Amerio, nos presentan en Italia los principales puntos de referencia de la exégesis católica. Las pretendidas ambigüedades afirmadas por la corriente opuesta, inmanentista, quedan atenuadas a través de un pensador católico que no renuncia a sus creencias religiosas, con una Providencia en plena coherencia con el hombre y su historia, que permite explicar la historia humana como el resultado de la colaboración entre el hombre y Dios, y en la que el primero actuaría a través de la Providencia del Segundo. La Providencia se concibe de manera natural, interviniendo por vías naturales y por causas segundas, las cuales implican la concesión que Dios hace a las acciones humanas de la dignidad de las causas pero respetando las voluntades humanas. La importancia de la Providencia en la obra de Vico comienza ya por la propia calificación que él mismo otorga a su ciencia, en su obra cumbre Scienza nuova, como «_Teología civil razonada de la Providencia divina_».

En España podemos destacar las aportaciones de intérpretes como Juan Vallet de Goytisolo, Pablo J. Badillo O’Farrell y especialmente a Francisco Elías de Tejada y Spinola, éste último, quizás de los más importantes tradicionalistas españoles del siglo pasado, destaca una nueva dimensión en la figura y obra del autor napolitano, ya que lo inserta en la vía de la defensa de la Contrarreforma católica y de los valores de la Corona hispánica en un tiempo convulso de transición y de destrucciones con el advenimiento de los Borbones en el trono español. Viene a ser el último representante del Nápoles hispánico, y el universalismo católico alimentado por el espíritu tridentino, que al mismo tiempo se reveló contra su tiempo, contra el emergente espíritu racionalista de Descartes, frente a diversas formas de especulación, frente a las abstracciones del derecho natural operadas por Grocio y otras tantas corrientes desintegradoras, frente a las cuales opone un modelo de antropología católica y tradicional en la vía de un platonismo agustinista en la que todo devenir histórico y desarrollo de la civilización descansa sobre la Divina Providencia.

Francisco Elías de Tejada siempre mantuvo un vínculo profundo con las tierras italianas, y en especial con Nápoles, a cuyo reino bajo soberanía hispánica dedicó un libro donde aborda la contribución de G.B. Vico.
Francisco Elías de Tejada siempre mantuvo un vínculo profundo con las tierras italianas, y en especial con Nápoles, a cuyo reino bajo soberanía hispánica dedicó un libro donde aborda la contribución de G.B. Vico.

La experiencia humana en la historia

La narración histórica de los hechos humanos reviste unos rasgos peculiares en la filosofía de G.B. Vico, donde lejos de la fría objetividad de los hechos, encontramos una rica y atractiva concepción basada en su noción de «fantasía». Nos referimos a la concurrencia de estados subjetivos, emociones, esperanzas y temores que son parte intrínseca de la experiencia humana de todas las épocas. Y es a través de la fantasía como la imaginación humana ha asociado determinadas cualidades morales a ciertos arquetipos, ya sean primitivos, poéticos, heroicos o cotidianos. Y es lo que vemos a través de la exposición en Scienza nuova por parte del autor napolitano cuando describe las creencias y actos del pasado, del hombre no civilizado, a través de dioses, héroes o personajes mitológicos, que representan patrones de comportamiento, modelos a emular o que son el ejemplo de esas cualidades morales (prudencia, astucia, deseo de aventura etc).

Y en este terreno, quizás uno de los más llamativos y fascinantes del pensamiento viquiano, asistimos a una crítica demoledora a las explicaciones atomistas y materialistas de la conducta humana, propuestos ya por epicúreos y estoicos, en un desafío abierto a las doctrinas cartesianas y a los nuevos paradigmas científicos y filosóficos de su época. Es el primer filósofo en reivindicar el cuerpo como fuente de conocimiento, de las sensaciones corporales y consideró la moral de los hombres como una fuente interpretativa interesándose por el funcionamiento de la mente, de la imaginación y los enormes recursos que ésta presentaba al hombre como fuente de conocimiento, algo que quedó oscurecido por las ideologías que preparaban el camino al advenimiento de la modernidad. No sería hasta el romanticismo, cuando las aportaciones de Vico en este terreno obtendrían su merecido reconocimiento, y así lo vieron autores como Mary Shelley o Novalis en el terreno de la poesía y la literatura, e incluso se pueden seguir sus huellas en autores posteriores hasta el siglo XX.

Las contribuciones de Vico en este terreno, otorgando un estatus epistemológico de primer orden a las creaciones de la mente, a conceptos de orden psicológico, con la consecuente posibilidad de reconstruir de manera imaginativa los pensamientos y experiencias humanas, lo que implica el anuncio de una nueva perspectiva en la construcción del conocimiento histórico, que los racionalistas e ilustrados de su época no llegaron a atisbar en sus artificiosas abstracciones mecanicistas y racionales. Estamos hablando de un conocimiento asociado a verdades morales, a las diversas formas culturales y como forma de autoexpresión. Para Vico los hombres son seres sociables por naturaleza, y la libertad se encuentra radicada en la cultura, en la «sociedad de las naciones» de la que nos habla en su obra cumbre. En consecuencia reconoce al hombre como ser histórico, cuya libertad y naturaleza se construye en el orden civil, que tiene la posibilidad de educar, corregir y humanizar a los hombres, y que también se encuentra íntimamente ligada al libre albedrío. Aquí también entraría en juego el papel de la ley, que es la que articula el orden civil y facilita la convivencia en sociedad de los hombres, les ayuda a regirse conforme a una norma. De aquí que la naturaleza humana sea susceptible de verse mejorada y aspirar a un criterio de perfección moral. Es la propia experiencia de la historia, un proceso a lo largo del cual el hombre adquiere e interioriza costumbres, creencias, principios morales y, en síntesis, tradiciones y formas de identidad colectiva, permiten al hombre desarrollarse y acrecentar su naturaleza humana.

Estatua consagrada a la figura de Giambattista Vico en su Nápoles natal, donde vivió toda su vida.
Estatua consagrada a la figura de Giambattista Vico en su Nápoles natal, donde vivió toda su vida.

Artículo original: Presentación de «La filosofía de Giambattista Vico», de Emilio Chiocchetti, Hipérbola Janus, 27/Mar/2024

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