Miguel Espigado on Nostr: Ayer me escuché en un paseo otro de los discos del año según Babelia: "Las letras ...
Ayer me escuché en un paseo otro de los discos del año según Babelia: "Las letras ya no importan", de Residente, AKA Calle 13.
Todo lo que hace bien Residente lo vuelve a clavar en este disco. Rapea como los ángeles, las letras son un alarde brillante de ingenio a cada rima, los beats innovan y refrescan el género, las colabos son todas de enorme altura… En fin, si amas Residente amarás este disco.
Yo no creo que lo vuelva a escuchar. He oído mucho a Residente y ya me he aburrido de su personaje. Y su discurso vuelve a ser, ante todo, la (re)creación de este personaje.
Todo en él es una exhibición orgullosa de narcisismo. En gran parte, porque se mueve entre dos géneros musicales que hacen de la romantización del ego su gran apuesta: el hip hop y el rock.
El narcisismo exacerbado nos es arrojado rima tras rima con la agresividad testosterónica propia del hip-hop. El ego-trip de demostrarse el más pro, el más chulo, el puto amo, una rima tras otra, un disco tras otro… Pues sí, tuvo su rollito pero ahora me parece pueril y desagradable.
Luego está su malditísimo propio del rock. El enamorarse del propio desequilibrio mental, el romantizar la personalidad problemática, la vida atormentada, la toxicidad. Pues mira, René, también tuve mi época de vivirlo así también. Y fue suficiente. He madurado. Tú parece que no. O al menos, no tu yo que te gusta caracterizar (ojo, que le hablo a Residente de tú, eh cuidao).
Es por esto que, pese a que lo musical sigue siendo sobresaliente, el disco tiene un algo estancado, involucionista, que algunos les convencerá como vuelta a las "esencias", pero a mí me aleja de un artista que no madura a la vez que yo, pese a que tenemos la misma edad aprox.
No sé, creo que le pasa a muchos raperos: basan su éxito en una personalidad esculpida en torno a roles adolescentes o de primera juventud, de los que luego no pueden librarse y me resultan cada vez más incongruentes conforme se van haciendo mayores.
Todo lo que hace bien Residente lo vuelve a clavar en este disco. Rapea como los ángeles, las letras son un alarde brillante de ingenio a cada rima, los beats innovan y refrescan el género, las colabos son todas de enorme altura… En fin, si amas Residente amarás este disco.
Yo no creo que lo vuelva a escuchar. He oído mucho a Residente y ya me he aburrido de su personaje. Y su discurso vuelve a ser, ante todo, la (re)creación de este personaje.
Todo en él es una exhibición orgullosa de narcisismo. En gran parte, porque se mueve entre dos géneros musicales que hacen de la romantización del ego su gran apuesta: el hip hop y el rock.
El narcisismo exacerbado nos es arrojado rima tras rima con la agresividad testosterónica propia del hip-hop. El ego-trip de demostrarse el más pro, el más chulo, el puto amo, una rima tras otra, un disco tras otro… Pues sí, tuvo su rollito pero ahora me parece pueril y desagradable.
Luego está su malditísimo propio del rock. El enamorarse del propio desequilibrio mental, el romantizar la personalidad problemática, la vida atormentada, la toxicidad. Pues mira, René, también tuve mi época de vivirlo así también. Y fue suficiente. He madurado. Tú parece que no. O al menos, no tu yo que te gusta caracterizar (ojo, que le hablo a Residente de tú, eh cuidao).
Es por esto que, pese a que lo musical sigue siendo sobresaliente, el disco tiene un algo estancado, involucionista, que algunos les convencerá como vuelta a las "esencias", pero a mí me aleja de un artista que no madura a la vez que yo, pese a que tenemos la misma edad aprox.
No sé, creo que le pasa a muchos raperos: basan su éxito en una personalidad esculpida en torno a roles adolescentes o de primera juventud, de los que luego no pueden librarse y me resultan cada vez más incongruentes conforme se van haciendo mayores.