Miguel Espigado on Nostr: Querida familia: no soporto más que todas nuestras celebraciones y reuniones se ...
Querida familia: no soporto más que todas nuestras celebraciones y reuniones se vehículen enteramente a través del comer y beber.
Me gusta comer como a todo el mundo; pero vuestra obsesión ha alcanzado niveles tan radicales que aquí me bajo.
El tiempo que no estáis metiendo comida y bebida en vuestro gaznate, estáis hablando de la comida o el vino que estáis comiendo, habéis comido u os vais a tomar. Las sobremesas, los brindis, los aperitivos, las sesiones interminables de cocina, las labores de recogida y disposición de las mesas… Compartís recetas, habláis de tradiciones culinarias, vienen los postres, otro vino, otra cerveza. Nos dan las cuatro y media. Nos dan las doce.
Puedo llegar a disfrutarlo en pequeñas dosis. No soy completamente ajeno al placer culinario. Pero cuando me metéis 48 horas non stop de jornadas gastronómicas en familia, entonces os lo tengo que decir: que le jodan a esa mierda.
Soy ateo pero si me ofrecieran cambiar el próximo año todas las horas que estas navidades he estado comiendo, viendo beber, poniendo o quitando mesas, esperando a la comida, los brindis, u oyendo hablar de comida y vinos, si lo tuviera que cambiar por horas de MISA, lo firmaba ya.
Sí, prefería estar oyendo 7 horas diarias de misa (repito, ateo no bautizado) tres días seguidos a repetir otro año más de jornadas ritual gastronómico navideño en familia.
Mirad, yo amo la poesía y también puede organizarse como un ritual social. Os propongo que las próximas navidades dediquemos ocho horas diarias a leer, escribir y comentar la poesía propia y ajena. ¿Os seduce la idea? ¿Os parece siquiera admisible? ¿Estáis dispuestos a hacerlo por mí?
Venga, si solo es una vez al año, Y LO HAREMOS EN FAMILIA, COMPARTIENDO EN TORNO A UNA MESA LO MÁS BONICO QUE TENEMOS QUÉ PUEDE SALIR MAL, NO SEAIS RANCIOS.
Me gusta comer como a todo el mundo; pero vuestra obsesión ha alcanzado niveles tan radicales que aquí me bajo.
El tiempo que no estáis metiendo comida y bebida en vuestro gaznate, estáis hablando de la comida o el vino que estáis comiendo, habéis comido u os vais a tomar. Las sobremesas, los brindis, los aperitivos, las sesiones interminables de cocina, las labores de recogida y disposición de las mesas… Compartís recetas, habláis de tradiciones culinarias, vienen los postres, otro vino, otra cerveza. Nos dan las cuatro y media. Nos dan las doce.
Puedo llegar a disfrutarlo en pequeñas dosis. No soy completamente ajeno al placer culinario. Pero cuando me metéis 48 horas non stop de jornadas gastronómicas en familia, entonces os lo tengo que decir: que le jodan a esa mierda.
Soy ateo pero si me ofrecieran cambiar el próximo año todas las horas que estas navidades he estado comiendo, viendo beber, poniendo o quitando mesas, esperando a la comida, los brindis, u oyendo hablar de comida y vinos, si lo tuviera que cambiar por horas de MISA, lo firmaba ya.
Sí, prefería estar oyendo 7 horas diarias de misa (repito, ateo no bautizado) tres días seguidos a repetir otro año más de jornadas ritual gastronómico navideño en familia.
Mirad, yo amo la poesía y también puede organizarse como un ritual social. Os propongo que las próximas navidades dediquemos ocho horas diarias a leer, escribir y comentar la poesía propia y ajena. ¿Os seduce la idea? ¿Os parece siquiera admisible? ¿Estáis dispuestos a hacerlo por mí?
Venga, si solo es una vez al año, Y LO HAREMOS EN FAMILIA, COMPARTIENDO EN TORNO A UNA MESA LO MÁS BONICO QUE TENEMOS QUÉ PUEDE SALIR MAL, NO SEAIS RANCIOS.